«¡Cuántos viajeros hablan maravillados de las experiencias que han tenido en el desierto o en la cima de las montañas! Frente a la inmensidad, dejándose impregnar por el silencio que reina en estos lugares, han tenido, dicen, la revelación de un tiempo y de un espacio que no son el tiempo y el espacio humanos; han sentido una presencia que escapa a toda explicación, pero que se ven obligados a reconocer como algo real, la única realidad.

¿Es imprescindible que se den tales condiciones excepcionales para vivir estas experiencias? Lo cierto es que esta presencia, que el hombre descubre en el seno del silencio, no cesa de manifestarse por todas partes allí donde se encuentre. Solamente debe acallar las voces discordantes de sus instintos, de sus pasiones, de sus pensamientos y sus sentimientos oscuros, caóticos: el silencio que se instalará en él tendrá el poder de proyectarlo a otro tiempo, a otro espacio donde el saber divino, inscrito en él desde toda la eternidad, se revelará poco a poco a su conciencia.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Hoces de Duratón Segovia,, 7 enero 2017 (cortesía de Conchita Redón)