«Al calentar las pequeñas semillas, el sol les dice: «Y bien, ¿qué esperáis? Ahora debéis dar flores y frutos. ¡Id a trabajar! – Pero nosotras somos pequeñas, somos débiles. No, no, ¡intentadlo! Ya lo veréis, yo voy a ayudaros.» Y entonces todas las pequeñas semillas se animan. Cada día, con su calor, su luz, el sol les habla, y después aparecen flores y frutos magníficos que alegran a todos.
Y bien, ¿por qué no comprender que lo mismo puede ocurrir con nosotros los humanos? Somos semillas plantadas en el sol espiritual, y bajo los rayos del sol divino podemos dar colores, perfumes tan extraordinarios que incluso las Divinidades se maravillarán.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Escena en el campo de Toledo, 2 mayo 2019, cortesía de Carchín Oriol