«Cada día surgen problemas por los que inquietarnos. Pero incluso cuando os encontréis en graves dificultades, o ante el peligro, esforzaros en no dejar que ello os altere. Reaccionad, uniros a la Providencia divina pidiéndole que os envíe la luz. Gracias a esta luz, podréis ver más claro e imponer la calma en vuestro corazón y en vuestra cabeza. Sólo con esta condición podréis encontrar buenas soluciones.

Todos los peligros y obstáculos ante los que puede encontrarse el alma humana se resumen en dos palabras: miedo y oscuridad, y hay que hacer todo lo posible para vencerlos. Sólo hay un temor legítimo y bienvenido que podemos tolerar en nosotros: es el temor de perturbar el orden divino. Aquél que teme la pobreza, los fracasos, la opinión pública, que tiene miedo a morir de enfermedad o de accidente… todavía no es un discípulo. El discípulo sólo tiene un temor: ser una nota falsa en la armonía universal.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: paisaje cortesía de Philippe Melchior Graziano