«Cada problema que debemos resolver en la existencia, cada decisión, cada experiencia atañe, de una manera u otra, a esta cuestión: ¿qué debemos sacrificar para poder beneficiarnos de una vida rica y bella?

La mayoría de los humanos, como no han comprendido qué es el sacrificio, lo consideran como una privación, una pérdida, y hay en efecto sacrificios que no se justifican y que por tanto son pérdidas. Hay que comprender: hacer sacrificios, en el sentido espiritual del término, no es sacrificarse, sino dejar morir algo inútil, nocivo en sí mismo, con el fin de obtener algo grande, poderoso, precioso. Si no sacrificamos lo que es inferior en nosotros para hacer vivir lo que es superior, sacrificaremos necesariamente lo mejor que tenemos en beneficio de los instintos más groseros. Es imposible escaparse a esta ley: nuestra naturaleza superior solo puede vivir si le sacrificamos nuestra naturaleza inferior. Lo que es la vida para la una, es la muerte para la otra. El verdadero sacrificio es renunciar a nuestro yo humano limitado, débil, pobre, para vivir en nuestro yo divino.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Salinas de Pisuerga, Palencia, 11 diciembre 2018 (cortesía de Maga Lamoca)