«Valles, manantiales, precipicios, cascadas, lagos, nieve, todo está cargado de significados simbólicos y corresponde a realidades de la vida interior. Aquél que medita sobre una verdad filosófica, mística, hace interiormente la ascensión de una alta montaña, porque esta verdad le pone en comunicación con el cielo, y el agua que comienza a fluir en él le lava y le vivifica.

Orientarse hacia la cima, es tener un alto ideal, nutrir en uno mismo los pensamientos y los sentimientos más nobles. Caer en los precipicios, es dejarse llevar por los instintos más viles, los más miserables por los que somos poco a poco devorados. Pero las cimas y los precipicios están en estrecha correlación: los precipicios son tan profundos como las altas las cimas. He aquí una verdad más sobre la que meditar.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: atardecer en Cercedilla, Madrid,, 2 febrero 2020 (cortesía de Olga Tamames)