«La estabilidad es la virtud sobre la que debemos basar nuestra vida interior. ¿Cómo definirla? Es estable aquél que, habiendo decidido avanzar por el camino de la luz mantiene, pase lo que pase, su orientación divina. Desde que ha comprendido una verdad y la acepta en su corazón, en su alma, no solo no deja que se borre en él, sino que hace de ella una norma de vida, un programa. La estabilidad es una cualidad muy rara. Para aquellos que han abrazado la vida espiritual, la mayor dificultad no es tanto acceder a un nivel de conciencia más elevado, sino mantenerse en él. Un día consiguen una victoria, pero al día siguiente, habiendo cambiado las condiciones exteriores o interiores, son más negligentes, tienen tendencia a tomar otra dirección y se extravían.

En realidad, mantenerse definitivamente y sin titubear en las alturas es casi imposible. Es por ello que la estabilidad es el fin último de la Iniciación, ese momento en el que el discípulo puede decir, por fin, como el hierofante del antiguo Egipto: «Soy estable, hijo de estable, concebido y engendrado en el territorio de la estabilidad».»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Etapa La Peza-Quintar (Granada), Camino Mozárabe de Santiago, 15 de febrero de 2019, cortesía de Alex Camino