«Decís que amáis al sol, que tenéis necesidad de él. Pero ¿Cuándo vais a verlo y a exponeros a sus rayos?… Es por la mañana, a la salida del sol cuando podéis descubrirlo en todo su esplendor, en toda su significación.

Para asistir a la salida del sol en las mejores condiciones, pensad en prepararos durante la vigilia: comer ligeramente, acostaros temprano, y también no os lancéis en discusiones que continuarán persiguiéndoos, a pesar vuestro, el día siguiente. Cuando sepáis mirar el sol con un pensamiento despegado, libre, sentiréis que entráis en contacto con él, con su espíritu, y que absorbéis sus rayos como si fuesen gérmenes de vida. Desde que empezáis a respirar y a beber la vida del sol, todo cambia: vuestra alma se abre, una fuente brota, os impregnáis del esplendor del alba. Algo de la pura luz en la que os bañáis penetra poco a poco en vosotros, y deseáis expandir por todas partes estas bendiciones a fin de que todos los seres disfruten de esta misma felicidad.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: La Albufera de Valencia, 2 abril 2015 (cortesía de Cris Parga)