«Cuando saben que van a fotografiarlas, las personas sonríen espontáneamente. Pero a menudo, al cabo de un instante, su rostro se cierra: su buen humor y su alegría sólo eran una fachada. ¿Por qué no hacen nada para mantener en ellos este estado beneficioso que mantiene la flexibilidad del cerebro y de todo el cuerpo, así como la expresividad del rostro? Se diría que han decidido unánimemente perder su flexibilidad, su juventud: están cerrados, petrificados, crispados. ¿Cómo se puede amar a semejantes personas? Son insoportables y se convierten en cargas mutuas.

Queriendo ser serios, por así decirlo, ¡cuántas personas han adoptado la postura más segura para destruirse ellos mismos! Y después adoran a los niños, sí, porque ven que los niños escapan a esta mentalidad: se sienten libres, juegan, ríen, son simples, son flexibles; si caen, se vuelven a levantar y vuelven a sus juegos. Mientras que si uno de estos adultos con un aspecto tan serio y cerrado cae una sola vez, se acabó, ya no puede volverse a levantar. Para volverse a levantar, hubiera sido necesario que conservara su flexibilidad aprendiendo a ser alegre y sonriente.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Camino de Santiago portugués, entre Barcelos y Ponte de Lima, 20 junio 2018