«En la vida espiritual el silencio nunca es un fin en sí mismo, tiene solamente la función de proporcionar unas condiciones favorables al trabajo del pensamiento. El silencio, por sí solo, no aporta gran cosa; serena, desde luego, descansa, pero eso es todo. La verdadera función del silencio, es la de permitir que el pensamiento y la imaginación levanten el vuelo. Así pues, cada vez que podáis disfrutar de verdaderos momentos de silencio, en vuestra casa o en la naturaleza, procurad crear con el pensamiento algo puro, caluroso, luminoso, para que la atmósfera vibre a vuestro alrededor y para que todos aquéllos que vengan después a visitaros, o pasen por allí, reciban un impulso hacia el bien. ¿De qué sirve estar ahí, inmóviles? ¡No debemos quedarnos como una piedra! Incluso en la inmovilidad y el silencio, debemos saber estar vivos, ser creadores.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos Cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: arboleda en Madrid, 18 junio 2020