«La verdadera moral, la verdadera religión está contenida en ese precepto de Jesús: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.” Pero la distancia del hombre a Dios es tal, que nos preguntamos por qué Jesús nos ha dado este ideal que desborda nuestra imaginación: ¡ser perfecto como Dios mismo! Pues bien, precisamente, sabía lo que hacía… Porque en el plano material, es bueno contentarse con pequeñas cosas, de ser agradecido y dar gracias por cada una de ellas. Pero en el plano espiritual, nunca hay que estar satisfecho, hay que ser ambicioso, insaciable, orientarse hacia el ideal más elevado, el más inaccesible: la perfección. Hay que pedir todos los bienes celestiales. Si, ahí pedid el cien por cien… ¡para obtener al menos un uno por ciento!

Y lo que tenéis que pedir es la luz, que todo se convierta en luz en vuestros pensamientos, vuestros sentimientos, vuestros actos, vuestro cuerpo físico. La luz: esta palabra resume y condensa todos los bienes que podamos imaginar, todo lo que es más puro, lo más poderoso, lo más bello, lo más sublime… Dios mismo.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos Cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Pico Mulleres al fondo, Valle de Benasque (Huesca), 31 mayo 2020 (cortesía de Carlos Bravo Suárez)