«La idea de realeza se acompaña necesariamente de la idea de dominio. Un monarca que sólo busca imponerse a los demás mientras que no consigue dominarse a sí mismo, no es un rey en realidad, sino un esclavo. Un verdadero rey debe primero aprender a ser maestro de sí mismo.

Sólo aquél que se fija como ideal escapar del dominio de sus tendencias egoístas, y controlar, orientar sus pensamientos, sus sentimientos y sus deseos, va por el camino de la realeza. Inspira respeto a todos los que se le acercan, porque no sólo tiene el poder sino la autoridad. Incluso los espíritus de la naturaleza se inclinan a su paso y susurran entre ellos: «Venid a ver, he aquí un rey que va a pasar, vamos a recibirle…» y le festejan. Se agrupan en torno a él porque de todo su ser emana un fluido de una gran pureza, impregnado de influencias curativas y calmantes, que sienten incluso los animales, las plantas y las piedras.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: «Boris and Gleb» (1942), pintura de Nicholas Roerich