«Las personas que escalan cimas muy altas constatan que, en lo alto, ciertos pensamientos, ciertos sentimientos mezquinos y egoístas les abandonan. Influenciados por la altura, el aire puro, el espacio que se abre amplio ante ellos, sienten que muchas de las cosas que les preocupaban o perjudicaban, de pronto ya no tienen importancia.

Ocurre lo mismo con aquél que ha logrado elevarse espiritualmente. Hasta ahí, como todo ser humano, ha estado habitado por entidades inferiores que sus pensamientos y sus sentimientos oscuros habían atraído. Pero ahora, la atmósfera que reina en las regiones del espíritu hasta las que ha logrado elevarse, es irrespirable para esas entidades, no la soportan y, por ello, le abandonan. Cuanto más se eleva un ser, más se libera porque a cada paso que da hacia la cima, las entidades que no pueden sobrevivir más allá de una cierta altura, se ven obligadas a abandonarle.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Pantano de Guadalcacín, Cádiz, cortesía de Alfonso de Pedro