«Algunos árboles nos impresionan por su aspecto imponente, pero esta materia no es en realidad más que una condensación de energías. Sí, porque el árbol es una criatura viva que sabe atraer y acumular la energía solar. Si se quema, se comprueba que está hecho de un poco de tierra, de agua en mayor cantidad, de aire un poco más aún, pero es el fuego, la luz, de lo que está en gran parte constituido
El hombre está construido a imagen del árbol: él también está hecho de fuego, de luz, posee la misma quintaesencia que el sol. ¿Por qué nos desorientan repitiéndonos que somos polvo y que volveremos al polvo? Los Iniciados, al contrario, nos dicen: «Estáis hechos de luz, podéis alimentaros de luz, y volveréis a la luz.» Sí, el hombre es idéntico al árbol, y si conociera las leyes con las que trabaja la naturaleza, también él podría fijar y conservar esta fuerza cósmica, esta energía del fuego celestial, es decir todas estas formas del espíritu que son la sabiduría y el amor.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: campo en Toledo 2018, cortesía de Carchín Oriol