«Cuando Jesús dijo en la oración del «Padre nuestro»: «Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo…» no solamente subraya la unión que existe entre la tierra y el Cielo, sino que también enseña a los humanos que tienen la misión de transformar, embellecer, purificar la tierra para que un día sea parecida al Cielo. Diréis: «¿Pero cómo? ¡Es imposible!» Sí, es posible. Un espiritualista debe tender hacia el Cielo, está claro; pero una vez ha logrado alcanzarlo, también debe pensar en hacer bajar esta luz que está en el Cielo, este amor que está en el Cielo, este poder que está en el Cielo, esta pureza que está en el Cielo, a fin de introducirlos en su cerebro, en sus pulmones, en su estómago,… en todo su cuerpo.

Y de este modo, después de muchos años de esfuerzos logrará realizar en él la unión del Cielo y de la tierra, del espíritu y de la materia. Y una vez haya realizado esta unión en él, podrá contribuir a realizarla también a su alrededor.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: paisaje en Birmania, 2 marzo 2017 (cortesía de My Hang)