«Pronunciad la palabra «sacrificio» y veréis cómo inmediatamente los rostros se ensombrecen porque, para la mayoría de los humanos, esta palabra se identifica con privaciones y sufrimientos. Para un espiritualista, por el contrario, esta palabra significa amor, felicidad, belleza porque sabe que, renunciando a ciertas cosas que le gustan, que le favorecen, saboreará en un plano superior satisfacciones más grandes.

El sacrificio es la transformación de una materia en otra, de una energía en otra. Sacrificarse supone ser como un trozo de madera muerta que se pone al fuego. Antes de entrar en contacto con el fuego, este trozo de madera está apagado, es inútil. Pero en el momento en el que acepta entrar en el fuego para alimentarlo, se convierte él mismo en fuego, calor, luz, belleza. Liberaros pues de este pensamiento de que el sacrificio supone sufrimientos y privaciones, porque gracias a él saldréis de la oscuridad para convertiros en luz.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Mirador de Isora, Hierro