«Cada año en primavera el sol comienza a calentar las semillas que han sido plantadas en la tierra, y les dice: «Es la hora, ya debéis salir, crecer, desarrollaros, dar flores y frutos. Venga ¡a trabajar! – Pero nosotras somos pequeñas, somos débiles… No, no, ¡intentadlo! Ya lo veréis, yo voy a ayudaros.» Y entonces todas las pequeñas semillas se animan. Cada día, con su calor, su luz, el sol les habla, y poco tiempo después vemos aparecer plantas magníficas que alegran a todos.

Este mismo fenómeno puede también producirse con nosotros, los humanos, porque también nosotros somos semillas plantadas en la tierra espiritual. Si aprendemos a abrirnos a los rayos del sol divino, ofreceremos colores, perfumes y sabores tan extraordinarios que incluso las entidades celestiales se maravillarán.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Collado Mediano, Madrid, 15 marzo 2018, cortesía de Fermín Tamames