«Puesto que los seres humanos son vuestros hermanos y hermanas, tratad de ayudarles y manifestadles vuestro amor sin esperar nada a cambio. Al hacer esto, ya tenéis la recompensa: esa dilatación interior, ese calor que os colma cuando amáis. Ésta es vuestra recompensa, y no existe nada más grande en la vida. Vuestro corazón se vuelve entonces como una fuente de agua viva.

Los humanos esperan siempre ser recompensados por el bien que han hecho. Pero el que ha comprendido el secreto del amor no espera nada. Ni siquiera piensa que puedan darle algo a cambio, porque saborea ya una felicidad que ninguna otra cosa podría proporcionarle. Como no le falta nada, no espera nada; rebosa felicidad, irradia, y se gana la confianza de numerosos amigos. ¿Dónde encontraréis una recompensa mayor que ésta?»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: entre Malpica y Corme de el Camino de los Faros de Coruña, 9 marzo 2017 (cortesía de Koldo Aldai)