««Yo soy la luz del mundo», dijo Jesús. La luz del mundo es el sol. Pero Cristo es mucho más que el sol. Más allá de la luz visible del sol físico, existe otra luz que es la verdadera luz del sol, el espíritu del sol. Jesús hablaba de esta luz con la que se identificaba. Y así cómo la luz material nos permite ver los objetos del plano físico con nuestros ojos físicos, la luz interior, la luz de Cristo, nos da acceso a la visión del mundo divino.
Debemos tratar de acercarnos a esta luz, aprender lo que es, cómo vivir con ella, en ella, trabajar cada día para captar partículas infinitesimales y condensarlas en nosotros… Hasta el momento que seamos capaces de proyectarlas como rayos sobre los seres y los objetos del mundo invisible, entonces nos aparecerán en su realidad sublime.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos Cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Imagen: afueras de Madrid, 21 mayo 2020 (cortesía de Beatriz Martín)