«¡Cuántas tierras se han convertido en desiertos a causa de la falta de agua! Pero también, ¡cuántos desiertos en los que se ha podido llevar el agua, han sido transformados en tierras fértiles! El agua, es la vida que circula. Aquél que quiere convertirse en una tierra fértil debe siempre dejar fluir el agua de la vida en él, sin ocuparse de saber qué árboles crecerán, florecerán y darán frutos, ni qué pájaros irán a cantar en esos árboles.
Alguien dirá: «Pero yo quiero saber de antemano cuál será el lugar de este árbol o de este pájaro, y sobre qué rama irá a cantar.» Si espera conocer todos estos detalles antes de decidirse a dejar fluir el agua, los siglos pasarán y ninguna hierba crecerá, ningún pájaro cantará. Dejad pues fluir el agua, veréis entonces cómo cada cosa encontrará su sitio, cómo todo cantará, todo florecerá. Dejar fluir el agua significa no cesar nunca de amar. Pase lo que pase, nunca cerréis vuestro corazón, porque será entonces cuando dejaréis que el desierto se instale en vosotros. Los demás quizá no necesitan de vuestro amor, pero vosotros, tenéis necesidad de amar.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Camino de Santiago, con Hornillos del Camino (Burgos) al fondo, 15 mayo 2018