«Dios ha dado a sus criaturas posibilidades infinitas de alegría, pero ha guardado la mayor felicidad para aquél que, con su alma y su espíritu, se esfuerza en fusionarse con Él. Y para que esta alegría sea perfecta, aquel que ha vivido estos instantes de fusión, que ha recibido las gracias divinas, debe esforzarse en reflejarlas a su alrededor para hacer beneficiarios a todos los humanos, ayudarles, mostrarles el camino, llegar a ser para ellos una fuente, un sol que da, que no cesa de dar.

En efecto, la única verdadera alegría es conseguir fusionarse con la Divinidad, y luego hacer partícipes a los demás de esta alegría, compartir con ellos lo que se ha recibido. Nuestra alegría adopta pues en realidad dos formas: elevarse hasta el Cielo para amasar allí tesoros, y luego regresar a la tierra para repartirlos.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: atardecer en el sur de Vietnam, 1 mayo de 2018, cortesía de My Hang