«Nuestro Yo superior, nuestro Yo divino, no cesa de enviarnos mensajes; y si no los recibimos, o si los recibimos deformados, es porque hemos acumulado en nosotros demasiadas impurezas. Observad una lámpara de petróleo cuyo cristal está lleno de hollín: su llama no es tan luminosa, tan potente ni tan hermosa como si el cristal estuviese absolutamente transparente; es necesario limpiarlo.
Podemos decir que el ser humano es como una lámpara de petróleo: la luz que está dentro de él y que desea manifestarse a través suyo, esta luz que es el amor, que es la sabiduría, no puede atravesar todas las capas de impurezas que ha acumulado llevando una vida irrazonable, sin respetar en su intelecto y en su corazón las leyes de la sabiduría y del amor. Debe por tanto limpiarse, purificarse hasta que sus distintos cuerpos, físico, astral y mental* se vuelvan transparentes y puros: así, esta luz divina escondida dentro de él y que se esfuerza en atravesar la oscuridad, podrá finalmente brillar con todo su esplendor.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Imagen: Oporto, 13 mayo 2017