«El trabajo espiritual consiste en dar a nuestro espíritu poder sobre nuestra materia, y desde el instante en que decidimos emprender un trabajo tal, estamos obligados a distinguir entre estos dos polos de nuestro ser que son el espíritu y la materia. Empezamos por poner una cierta distancia con respecto de nosotros mismos y, cada vez más, vemos la diferencia que existe entre aquél que hace el trabajo, el espíritu, y la que es el objeto de ese trabajo, la materia. Poco a poco percibimos no solamente que los pensamientos, los sentimientos gracias a los cuales ejecutamos este trabajo son sólo instrumentos a nuestro servicio, sino que tomamos también conciencia que nuestro yo verdadero vive más allá de nuestros actos, de nuestros sentimientos y de nuestros pensamientos.

Sin embargo, tomar distancia con respecto a sí mismo no significa abandonarse. Este yo del cual nos alejamos, no lo abandonamos, al contrario: lo mantenemos bien a la vista, y después de habernos elevado hasta el mundo divino gracias a ese instrumento que es el pensamiento, descendemos de nuevo para orientarlo mejor y afinar su materia. De nuevo nos alejamos, de nuevo nos aproximamos, y cada vez le aportamos más fuerza y más luz.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Río Carrión, Palencia, 15 noviembre 2016 (cortesía de Marga Lamoca)