«No está prohibido para los vivos desear relacionarse con los muertos, pero no de cualquier manera. Cuando un hombre muere, las puertas de la tierra se cierran detrás de él; se encuentra atrapado en una nueva corriente de fuerzas y no tiene derecho a retroceder. Por ello hay que evitar aferrarse a los muertos acompañando su partida con pesares, lloros y lamentaciones. Mientras no hayan pasado las regiones de los planos astral y mental, las penas de los vivos son un tormento para ellos.
Sólo hasta el momento en que los muertos llegan al plano causal, ya nada puede perturbarles: están como en el centro de un círculo mágico de luz y ninguna llamada de los vivos, ninguna solicitud puede atravesar ese círculo si ellos no lo quieren. Es bueno rezar por los muertos, pensar en ellos con amor, enviarles luz para que encuentren la paz, para que se liberen, pero no debemos aferrarnos a ellos.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), «Pensamientos cotidianos», Editorial Prosveta. Imagen:Paisaje en Ladack, India, 27 de octubre de 2019 (cortesía de Shuna Hercovitz)