«No olvidéis jamás que estáis habitados por un espíritu, una chispa salida del seno del Eterno, del Fuego primordial, para encarnarse en la materia. Esta chispa lleva consigo todos los proyectos divinos, y sus peregrinaciones a través de la materia no tienen otro objetivo que el de realizar estos proyectos. Pero para subsistir necesita alimento.

Uno de los símbolos de la alimentación, tanto del alimento físico cómo del alimento espiritual, es el pan. Jesús decía: «Yo soy el pan vivo… » «Yo soy el pan bajado del Cielo ».Y durante la última Cena, bendijo el pan para darlo a sus discípulos diciendo: « Comed, éste es mi cuerpo. » El pan representa pues los elementos de la vida divina. Al venir a la tierra, ya estamos en posesión de algunos de estos elementos. Aquellos que los han malgastado en sus encarnaciones anteriores por no haber vivido razonablemente, deben esforzarse en reencontrarlos, si no continuarán su viaje en medio de grandes dificultades. En una Escuela iniciática, no hacemos más que llenar nuestros sacos y nuestros graneros interiores, es decir nuestro intelecto, nuestro corazón, nuestra alma y nuestro espíritu, con este pan vivo descendido del Cielo. «

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Volcán Licancábur (5.920 metros), entre Bolivia y Chile, 28 septiembre de 2016 (cortesía de Iris Carbonell)