Nuestra vida cotidiana esta formada por numerosas actividades que juzgamos banales, pero siempre es posible dar a estas actividades banales una dimensión espiritual. Queréis, por ejemplo, tomar un baño: ¿por qué conformaros con un baño físico que os librará sólo de alguna pequeña suciedad? Es necesario que sea también un baño que os lave en todos los ámbitos, un baño que os purifique. Así pues, antes de entrar en el agua, dirigiros a ella, a sus habitantes y decidles: «Criaturas que vivís en este agua, soy feliz de entrar en contacto con vosotras hoy, porque sé que Dios os ha dado el poder de quitar las impurezas de todo mi ser. Por esto me dirijo a vosotras para que podáis hacer un trabajo en mí.» Y tocáis el agua, la bendecís, invocáis el poder de Dios sobre el agua, la luz de Dios, la pureza de Dios.

Hablando así al agua, como un elemento muy precioso que alberga a criaturas de gran pureza, entráis ya en contacto con ella en otros planos, y cuando comenzáis a lavaros, lográis alcanzar también a vuestros cuerpos etérico, astral y mental. Os sentís librados de todas las impurezas psíquicas que habéis acumulado, y después de este baño estáis listos para volver a iniciar el trabajo con nuevas fuerzas.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), «Pensamientos cotidianos», Editorial Prosveta. Imagen: amanecer en Focebadó, León, Camino de Santiago, 28 de octubre de 2019 (cortesía de El Trasgu de Foncebadón)