«Cuando dos personas se encuentran, a menudo se estrechan la mano, y también cuando se despiden; o bien se envían un saludo desde lejos. Saben pues instintivamente que la mano es capaz de emitir corrientes y también de recibirlas. Por eso debemos estar particularmente atentos a lo que transmitimos con la mano. Si debemos saludarnos, es para hacernos un bien, para darnos mutuamente algo bueno. Si no, es inútil. Para aquél que tiene la conciencia despierta, un saludo es un gesto formidablemente significativo y operativo mediante el cual puede animar, consolar y vivificar a las criaturas. Los intercambios más poderosos, los más benéficos, no son necesariamente los que hacemos acercándonos físicamente. Podemos poner mucho amor y mucha luz en un gesto de la mano y en la mirada que lo acompaña. Así pues, ¡qué vuestra alma participe en vuestro saludo y también vuestro espíritu! Un saludo debe ser una verdadera comunión, debe ser poderoso, armonioso, vivo.»

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Cerca de Osla, Uttarsakhand, India, noviembre 2017 (cortesía de Violeta Arribas)