«Si Jesús pudo decir: «Aquél que cree en mí hará las mismas obras que yo hago, e incluso las hará de más grandes», es porque pensaba que cualquier ser humano es de la misma naturaleza y de la misma esencia que él. ¿Por qué los cristianos han descuidado este aspecto de su enseñanza? Porque son perezosos, simplemente; no quieren hacer ningún esfuerzo para caminar sobre las huellas de Jesús. Dicen: «Como era el hijo de Dios, él era perfecto; es normal que hubiera manifestado un saber, unas virtudes y unos poderes excepcionales. Mientras que nosotros, pobres desgraciados, con nuestra naturaleza imperfecta y pecadora, sólo podemos ser débiles, egoístas y malvados.» No, no, este no es un argumento; todos los humanos son hijos de Dios exactamente como Jesús era hijo de Dios. La única diferencia, es que Jesús era consciente de su naturaleza y de su predestinación divinas, de que había ya trabajado en esta dirección en el transcurso de sus encarnaciones anteriores, y que vino a la tierra con inmensas posibilidades y una idea muy clara de su misión. Pero para cumplir esta misión, él tuvo, también él, que realizar un inmenso trabajo interior.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Arboleda en Madrid, 21 de noviembre de 2018