«Los seres humanos pueden ser comparados con unas semillas lanzadas al mundo por el Creador: cada semilla lleva grabada en ella la imagen de la perfección divina. Esto es lo que significa el versículo del Génesis en el que se dice que Dios creó al hombre a su imagen. Y ¿cuál es el destino de una semilla? Germinar, crecer hasta convertirse en un árbol.
Todos nosotros somos semillas, semillas producidas por el Creador. Así pues, somos divinidades en potencia, y al esforzarnos por mejorar sin cesar nuestras manifestaciones, un día seremos divinidades. Ya es magnífico ser una semilla, pero todavía es mejor llegar a ser un árbol con raíces, tronco, ramas, hojas, flores y frutos. Guardad bien en vosotros esta imagen del árbol; si trabajáis para aproximaros a la perfección divina – esta perfección cuya huella, como en la semilla, ya está grabada en alguna parte de vosotros – llegareis a ser, un día, un árbol de la vida.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Río Tormes entre la Sierra de Gredos y el Valle del Tietar, 15 octubre 2016 (cortesía de Pablo Sampelayo)