«De vez en cuando deteneos, cerrad los ojos, entrad en vuestro interior, y tratad de reencontrar este centro divino que es la fuente pura de la vida.

Abrir y cerrar los ojos es uno de los actos más frecuentes de la vida cotidiana, pero se hace inconscientemente y por esto no se aprende nada. Así pues en lo sucesivo, aprended, con este ejercicio a hacerlo conscientemente. Cerrad los ojos lentamente y mantenedlos un momento cerrados… Después abridlos de nuevo, lentamente, y estudiad los cambios que se producen en vosotros. Poco a poco lograréis comprender cómo esta alternancia de abrir y cerrar los ojos tiene su correspondencia en la vida interior: abrir los ojos significa ir hacia el mundo exterior, la actividad, el ruido; cerrarlos, es regresar hacia el centro de vuestro ser, que es paz y silencio. Cuando logréis tocar este centro en vuestro interior, sentiréis cómo fluyen unas corrientes que os traerán el equilibrio, la armonía y la luz.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: atardecer en Collado Mediano, Madrid, 14 de octubre de 2017 (cortesía de Fermín Tamames)