«La espiritualidad no consiste en despreciar la materia, sino descender hasta ella, trabajar con ella para vivificarla y organizarla. Y por «materia», hay que entender también el cuerpo físico. Si lo descuidamos con el pretexto de consagrarnos a las nobles funciones del intelecto, del alma y del espíritu, poco a poco estas funciones también se debilitarán.

No hay que dejar el cuerpo físico en el estado de una casa abandonada que acaba sirviendo de refugio a los insectos y a las aves nocturnas. Al contrario, su propietario debe ocuparse con frecuencia en limpiarlo y mantenerlo, volverlo más ligero y más vivo. Descender a la materia con esta intención jamás es una caída. Y es ahí precisamente que debemos distinguir entre descenso y caída. Descender a la materia es una cosa, y caer en ella es otra. Debemos descender a la materia para animarla, iluminarla, para hacer de nuestro cuerpo la morada del Dios vivo.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Antigüedad (Palencia), 17 julio 2016 (cortesía de Marga Lamoca)