«Si podéis, tratad de tener en vuestro apartamento una habitación, por pequeña que sea, reservada para el silencio. Escoged para las paredes bellos colores, claros y luminosos, poned algunos cuadros simbólicos o místicos y consagradla al Padre celestial, a la Madre divina, al Espíritu Santo, a los ángeles, a los arcángeles. No dejéis entrar a nadie, y sólo entrad cuando os sintáis capaces de hacer el silencio en vosotros para oír la voz del mundo divino.
 
 A medida que preparáis esta habitación del silencio, esforzaos por prepararla también dentro de vosotros, en vuestra alma, en vuestro corazón. De esta manera, un día, sea cual sea el sitio en el que os encontréis, incluso en medio de los tumultos, podréis entrar en vuestra habitación interior para encontrar en ella la paz y la luz. Vivimos al mismo tiempo en los dos mundos: exterior e interior, visible e invisible, material y espiritual, y por eso es deseable tener esta habitación del silencio a la vez dentro de nosotros y fuera de nosotros, y mantenerla a resguardo de todas las formas de ruido.»

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos. Imagen: Editorial Prosveta. Imagen: etapa de Hospitales, Camino Primitivo (Asturias) (cortesía de Javier Yela)