«Tanto el ruido como el silencio son lenguajes. El silencio puede expresar la interrupción de todo movimiento, la ausencia de vida, pero es también el lenguaje de la perfección. En cuanto al ruido, es expresión de la vida, pero esta vida está con frecuencia tan desordenada, que necesita ser dominada y elaborada. Los niños, por ejemplo, son ruidosos porque rebosan energía y vitalidad. Por el contrario, las personas mayores son silenciosas. Esto en parte es debido a que sus fuerzas han disminuido y el ruido les fatiga; pero a menudo es también así porque se han vuelto más sabias, más profundas, y su espíritu ahora les empuja a entrar en el silencio. Para revisar su vida, reflexionar y extraer lecciones, necesitan este silencio para realizar todo un trabajo de desapego, de simplificación y de síntesis.

La búsqueda del silencio es un proceso interior que conduce a los seres hacia la luz y hacia la verdadera comprensión de las cosas.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: atardecer en Autilla de Campos, Palencia, 28 julio 2017 (cortesía de Marga Lamoca)