«Cada año, el 22 de septiembre, el sol entra en la constelación de Libra, abriendo así un nuevo período. Es el otoño, la época de los frutos maduros que se recogen, y las semillas son clasificadas para ser comidas o bien para ser sembradas más adelante, con el fin de que el ciclo recomience. Pero este trabajo de separación, de selección que se hace en la naturaleza, no concierne sólo a la vegetación: concierne también al ser humano. Porque el otoño es el momento de esta separación de la que habla Hermes Trimegisto en la Tabla de Esmeralda: «Separarás lo sutil de lo denso con gran arte», es decir con mucho cuidado. Separar lo sutil de lo denso significa separar lo espiritual de lo material. Es por ello que el Iniciado, que participa con su espíritu en este trabajo de toda la naturaleza, sabe que ha llegado el momento de dejar morir la materia oscura que aún queda en él, con el fin de liberar la verdadera vida.
Y del mismo modo que el fruto se separa del árbol, que el núcleo o la semilla se separa del fruto, el alma se separará un día del cuerpo. El cuerpo es el envoltorio del alma, y el alma es la semilla que será sembrada en lo alto, en el cielo. El día en que el fruto del hombre esté maduro, ya no caerá de nuevo a la tierra como la semilla de una planta, sino que volará hacia el cielo.»
Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86), “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: Parque Natural del Neouvielle (Pirineo francés), 13 septiembre 2020 (cortesía de Carlos Bravo Suárez)