Cerca del paso de Janghotang, en Bhutan, estos niños de las montañas van a la escuela.

Confluyen en este lugar situado a cuatro mil metros, al que llegan desde diferentes valles próximos.

Con esmero hacen sus dibujos, absortos en la tarea: bellamente absortos, pensamos.

Traemos hoy la foto de estos niños para ilustrar el pensamiento de que estar en este mundo no es incompatible con estar en el otro mundo.

En cada pensamiento, palabra y acto podemos tener presente, para intentar recrearlo, el mundo ideal.

La fuerza transformadora de esa rutina es enorme y es entonces cuando empieza a comprenderse la frase del Tao de que lo suave vence a lo fuerte.

Las pequeñas manos de estos niños nos recuerdan de que así como es arriba puede ser abajo, de que podemos estar más atentos, de que no tenemos que renunciar al mundo superior…

Hay hermosa fuerza en esas manos.

Hay que estar en el mundo y, al mismo tiempo, vivir una vida celestial. En mi caso estos dos aspectos están armonizados, y de ahora en adelante también deben estarlo en vosotros, porque aun os encontráis en una situación en la que, si os lanzáis a la vida espiritual, abandonáis vuestros negocios, y si os ocupáis de vuestros negocios, renunciáis a la vida espiritual. No; ambas cosas son necesarias. Y podéis conseguirlo…

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Poderes del pensamiento, p. 115 versión en español, Ediciones Prosveta. Foto: niños en el colegio en Bhutan, cerca del paso de Janghotang