El Reino de Dios no está en los cielos sino que es construcción que los hombres debemos crear aquí, en la tierra.

La puerta de entrada no está custodiada por ninguna religión o movimiento concreto, sino que se activa cuando el alma y la personalidad están fusionados.

El hombre fusionado con su alma está en contacto con su Ser y más allá de ello está también conectado al Dios trascendente. Y percibe a todo ser como un hermano en el camino.

Desde el alma el ser humano entiende el concepto de servicio y es capaz de vivir el amor, en su concepción verdadera.

Desde el alma no hay aflicción ni pena, pues el ser vive liberado del imperio de los sentidos.

Nuestro destino es trascender la esclavitud de los sentidos para entrar en la libertad plena del alma.

Cuando fusionamos nuestra consciencia diaria con la consciencia del alma, todo nos es revelado.

Por eso no hay tiempo que perder: cuanto antes nos pongamos a ello, con consciencia, con el norte claro, con el corazón dispuesto, antes llegaremos.

El Reino de Dios no es Cristiano, o Budista, ni está enfocado en ninguna religión mundial u organización esotérica. Es simple y solamente lo que pretende ser: un vasto e integrado grupo de personas fusionadas con el alma, que irradian amor e intención espiritual, motivadas por la buena voluntad, y arraigado en el reino humano.

Alice A. Bailey, Discipulado en la Nueva Era II, 1955, Lucis Trust Publishing, página 406 de la versión en inglés. Foto: niña bhutanesa con niño español: tan lejos, tan cerca. Bhutan, 8 mayo 2010