Nos educan y educamos en la tristeza de la vida que algunos resumen como el “valle de lágrimas”.
Vivimos en esos límites y no nos permitimos escarbar más allá para encontrar los tesoros.
Los tesoros, las gemas preciosas, están ahí, muy cerca.
Brillan en plena belleza.
Jesús habla de ellas una y otra vez. Están tan lejos, y tan cerca.
“El que lo desee puede abrir esa puerta y encontrarlas”, se nos dice.
Nos ofrecen estas flores: símbolo ha de ser esto.
Y Jesús dijo: los hombres trabajan sin cesar en las llanuras del desierto, en las arenas ardientes y las tierras rocosas, están haciendo lo que hicieron sus padres, sin soñar siquiera que pueden hacer algo más.
Escuchad, el maestro viene a los hombres y les habla de una riqueza escondida, y les dice que bajo las rocas de las cosas carnales hay tesoros que ningún hombre puede contar.
Y que en el corazón se encuentran las gemas más ricas, y el que lo desee puede abrir esa puerta y encontrarlas.
El Evangelio Acuario de Jesús el Cristo, Levi H. Dowling, capítulo 33, sutras 21-23. Foto: niña en la Residencia de Anand Bhavan, Calcuta, mayo 2010