Ayer Dadi Janki volvía a hacer la pregunta de “Quién soy yo”.

Es la pregunta clave en nuestra vida, a la que no dedicamos mucho tiempo.

No somos este cuerpo, esta mente, esta profesión, esta posición en la vida, con los cuales estamos identificados y a los cuales estamos apegados.

Somos un alma inmortal.

Desde el ego o personalidad, sin conexión con el alma, la vida es una sucesión de alegrías y penas pero sobre todo de confusiones, de identificaciones falsas.

Y esas confusiones e identificaciones nos llevan al sufrimiento.

Por eso es esencial responder a la pregunta “Quién soy yo”.

La adecuada respuesta nos dará certeza, seguridad, desde ese refugio del que mana el agua viva, que en realidad somos nosotros.

Hemos olvidado la presencia del espíritu en nosotros y con ello hemos roto la conexión esencial.

Es urgente restituirla para salir de la rueda del sufrimiento.

Ante las dificultades de la vida, ante vuestra impotencia para dominar los acontecimientos, a veces os sentís abrumados. Pero comprended bien que no está escrito en ninguna parte que debáis ser irremediablemente aplastados por el destino. Sólo existe la fatalidad para aquél que olvida la presencia del espíritu en él.

Por lo tanto, por muy duras que sean las pruebas que debéis sufrir, decíos: «Yo soy un espíritu y por lo tanto puedo ser dueño de mi destino.» Evidentemente, al principio pocas cosas podréis cambiar, ya que sólo conseguiréis desviar vuestro camino una centésima de grado. Pero si perseveráis vuestro esfuerzo en esta nueva dirección, un día existirá todo un sistema solar entre la fatalidad y vosotros. Lo que importa, es volver a hallar en vosotros mismos el poder del espíritu.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: La niña Pinki, residente en Anand Bhavan del programa Colores de Calcuta, con su sobrino, abril 2010.