{jcomments on}

Caerse y levantarse es parte de nuestro tránsito por esta materia densa.

El pensamiento de hoy alude a esos momentos en que la energía baja y el depósito esta vacío, en los que la materia parece más densa e intratable.

Nos afectan a unos más que a otros, pero nos afectan a todos.

Pero hay un depósito al que podemos acudir para retomar la fuerza, el pulso. Es un depósito cósmico, inacabable, inagotable.

Algunos lo contactan con la mayor facilidad, normalmente en medio de la mayor tensión, del mayor trabajo, del exigente servicio.

Pero ahí está siempre.  Es un depósito al que se accede desde la humildad y la sencillez. Difícil acceder desde la pomposidad y el artificio.

El sol es el mejor símil: siempre irradiando luz y calor. Por eso el sol, en su adecuada medida, es curativo.

En ese depósito cósmico siempre hay refugio para el viajero cansado.

Sentir es una cosa y pensar otra, pero demasiado a menudo la sensación domina sobre el pensamiento. A veces ocurre que os sentís agotados, lo que es bien normal; pero he aquí que esta sensación desencadena en vosotros pensamientos y sentimientos de desánimo, de tristeza y de desespero. Pues bien, no, en esos momentos, es el pensamiento quien debe actuar sobre la sensación: aunque no pueda vencerla, debe estar ahí como una luz, como un faro en la distancia. El pensamiento os dice que podéis levantaros de nuevo; así pues, a pesar de vuestro hastío y de vuestro agotamiento, debéis creer en él y no en vuestras sensaciones.

¿No queda ni una gota de energía en vuestro depósito? Acordaos que el depósito cósmico está lleno, y que es ahí donde debéis buscarla mediante el pensamiento. Porque el pensamiento también sirve para esto: con apenas unas gotas extraídas de este depósito de energías, la ama de vuestra lámpara, que estaba apagándose, brilla de nuevo.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. www.prosveta.es. Pintura de Nicholas Roerich: “Mother of the world”, 1924