Detrás del arco iris, dice la leyenda, está una gran olla llena de monedas y de riqueza.

Vemos una estrella fugaz en la noche oscura y pedimos un deseo.

En el desfiladero de Pancorbo, ya pasado Burgos, hay una virgencita a la entrada de un túnel. La tradición dice que hagamos una petición.

Miles de lugares en el mundo en los que “pedir”, miles de fenómenos como el arco iris y la estrella fugaz para ensoñar.

¿Y cuáles son nuestros deseos, nuestras peticiones? ¿Atañen a las posesiones? ¿Nos atañen solo a nosotros y a nuestro pequeño círculo?

Podemos trascender todo ello, y pedir para que la luz y la sabiduría iluminen  la humanidad: “que cada ser humano despierte a su realidad última, para salir de la ilusión, del samsara”.

Luz, amor, sabiduría: peticiones que cuentan.

Dinero, posesiones materiales, éstas son las peticiones que se oyen por todas partes. Incluso el Cielo se siente acosado por estas reclamaciones y está desbordado. Evidentemente, «desbordado» sólo es una manera de hablar: el Cielo siempre puede, si lo considera oportuno, dar inmediatamente a cada uno todo lo que quiere. ¿Pero es que no hay nada mejor que pedirle satisfacciones materiales?

El Cielo acepta recibir vuestras peticiones, sí, pero espera que le pidáis la luz, el amor y la sabiduría, que os permitirán también ayudar a vuestra familia y a vuestros amigos. Pedid fuerza para cumplir la voluntad de Dios, pedid participar en la llegada a la tierra de su Reino de paz, de amor y de vida eterna… Cómo tales oraciones son extremadamente raras, el Cielo dirá: «¡Oh! ¡He aquí un ser que no se asemeja a todos los demás! Ocupémonos de él primero, vamos a satisfacerle.» Mientras, a las otras peticiones, responde: «¡Paciencia, ya veremos esto más tarde!»

Omraam Mikhäel Aïvanhov. Pensamientos cotidianos: Foto: aproximación al Stok Kangri, India, 2006: Autor: Jonás Cruces