No es musgo, es húmedo, salvaje, preciado envoltorio. No son ruinas, son legado. Recoger la  herramienta, tomar relevo, continuar la  Obra.  Sumar  sudor al sudor. ¿Será entre las piedras antiguas de O Couso que tomamos  más precisa noción del Divino Plan, de la Sagrada Trama? Esos muros  gigantes parecían  preparados para los vientos venideros, para las tormentas que los compañeros ni siquiera imaginaron. No construyeron para ellos, levantaron para el futuro. Herramienta en mano debieron intuir nuestros pasos, apreciar nuestro anhelo.

Acariciar la piedra es volcar de una la memoria, traer todos sus “gigas” al instante. No concebimos presente que no honre el legado, en cualquiera de sus formas y manifestaciones, de quienes nos precedieron. Nunca se acaba el reemplazo. ¿No será ese Plan que nos desborda, sino una conciencia del relevo? Es al obviar la firma cuando en verdad ensanchamos la Creación, contribuimos a Su infinita Gloria.


Entre el canto de los pájaros se cuela el martilleo de los canteros, compañeros constructores de la Obra. Es el ayer invitando a no dejar caer el templo. Podamos acertar  con los cinceles de nuevo mango. Prosiga el ejemplo, no se detenga la anónima entrega. Construyamos nosotros/as también  para el mañana; para que el futuro  tenga  su llama, su cobijo y altar. Poco sabemos de los vientos que se gestan. Sujetemos los tejados, afiancemos los formidables muros, continuemos la Tarea. No es sólo una enseñanza que se susurra, es una morada que se cede, es sobre todo un sudor antiguo que nos empapa. No nos enamoran las  ruinas; nos cautiva su Llamado, recoger  Sus piedras entre las zarzas, reconstruir Su morada en medio de los soberbios castaños.

Llegamos a pensar que sólo los sabios labios  o los párrafos subrayados de nuestros más preciados libros contenían enseñanza. A veces  sudor y llagas son billete. Con el trabajo junto a la piedra hemos  viajado en el tiempo. En ella hemos encontrado el nexo perdido, el testigo silente de  esa unión con el ayer y los ancestros. Ella conforma espacio a un mismo tiempo compartido por el pasado y el presente, ojalá también por el futuro.  

Sudemos nosotros/as también por los que  vendrán, por los que ya están llegando… ¿Será entre las piedras antiguas de O Couso que tomamos  más precisa noción del sudor como ofrenda? Construir, no para uno mismo, sino para quienes, al otro lado del velo, ya calzan  sandalias,  vislumbran tierra y se preparan para una nueva vida bajo este cielo.

Felices en el andamio, el verde exuberante que nos rodea, nos recuerda por contraste los “edificios inteligentes” de los asfaltos. Pensamos si ese Plan Superior tuvo “patinazo”, si las jaulas de aluminio  también estaban contempladas en el macro Guión. El error, no sabemos en qué  proporción, debía ser parte de la nueva argamasa. Acariciando y agradeciendo piedra y madera, pedimos no volver a esos armazones artificiales tan alejados del haya y el roble, del castaño y la higuera… Aprendida la lección, pedimos mantenernos junto al bosque y el prado, junto al  latido de la vida.

El fuego no ha callado. Nos acercamos a las mismas llamas en medio de los mismos y poderosos muros. ¡Felicidades de corazón María, Laura y Javier! ¡¡Esas piedras cargadas de enseñanza y memoria os estaban aguardando!!