Queridos nietos,

En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos.

Un día, un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo: ¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?

Espera un minuto –replicó Sócrates–, antes de que me digas nada quisiera que pasaras un pequeño examen: yo lo llamo el examen del triple filtro. ¿Triple filtro?, preguntó el amigo. Correcto, dijo Sócrates.

El primero es el filtro de la verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto? No, dijo el hombre, realmente solo escuché eso y… Bien –dijo Sócrates– entonces realmente no sabes si es cierto o no.

Ahora permíteme aplicar el segundo filtro. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo? No, respondió el hombre, por el contrario…

Pero podría querer escucharlo –replicó Sócrates—porque queda un filtro. Es el filtro de la utilidad: ¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo? No, la verdad es que no, contestó el amigo.

Bien –concluyó Sócrates—si lo que deseas decirme no es ni cierto, ni bueno y ni siquiera me es útil, ¿Para qué querría yo saberlo?

Annely Meyer, septiembre 2010