El apoyo mutuo es quizás uno de los pensamientos más potentes que puede resurgir en nuestros días. Las crisis financieras y económicas que asolan a media humanidad podrían provocar una reacción masiva de resistencia y estrecha colaboración humana que pudieran reconducir valores perdidos como los de la cooperación y la ayuda. Por ello, este pensamiento tan actual en nuestros días, necesita ser recuperado y compartido, actualizando con ello los valores de nuestras sociedades y buscando en los grupúsculos sociales ejemplos reales que puedan extrapolarse al conjunto de la sociedad. En todo caso, podríamos estar asistiendo a un cambio importante de paradigma gracias a las revoluciones tecnológicas y a esa nueva forma de relacionarnos que está surgiendo dentro de las redes sociales.
El espíritu de los tiempos nos muestra el nacimiento de la consciencia global, una consciencia que más allá de la concepción de un modelo basado en el egoísmo individual, pretende recuperar los valores intrínsecos desplegados en lo que Kropotkin llamó la comuna aldeana: una clara apuesta por la ayuda y la cooperación entre los humanos.
Estas ideas llegaron a mis manos mientras ilustraba en la comunidad de Findhorn, en las frías tierras del norte de Escocia, las bases de la que sería mi tesis doctoral sobre el apoyo mutuo y la cooperación en las comunidades utópicas. Allí tenía como referencia el clásico y quizás el más famoso y poderoso pensamiento de Kropotkin: “El apoyo mutuo: un factor de la evolución”. Por aquel entonces no entendía como la antropología y las ciencias sociales en general habían podido ignorar este tipo de obras cargadas de etnografías y base científica.
En aquella época trabajaba sobre la tercera edición en castellano editada en 1989 por Ediciones Madre Tierra y muy bien prologada por el filósofo e historiador argentino Ángel Cappelleti. Dedicó una hermosa introducción dando un detallado repaso a la personalidad intelectual de Kropotkin. Esto labró mi curiosidad y entusiasmo por la obra del pensador ruso, hecho que años más tarde nos ha llevado al intento por recuperar su obra desde Editorial Séneca.
Con esta ilusión y viendo lo actual de su pensamiento, hemos querido realizar una edición ligera, que centre la atención del lector en el aspecto fundamental de las ideas de su autor: el apoyo mutuo. Hemos omitido otras referencias como los apéndices que aparecen en la versión en inglés, anexos que el autor incluyó en la edición de 1920 y que aportan más ejemplos sobre sus propuestas pero sin que constituyan muestras sustanciales para la elaboración de su tesis. También hemos omitido los prólogos a la primera edición rusa de 1907 y el de la edición norteamericana de Asmley Montagu, más testimoniales que fundamentales.
Y es que sobre este libro se han escrito muchas páginas y se han realizado muchas ediciones, pero en general, y para desconcierto de algunos, es una obra que ha pasado en algunos ámbitos totalmente desapercibida a pesar de la genial figura de su autor y de la fuerte idea de su obra. Independientemente de su adscripción política, el fundamento científico de este libro requiere una atención máxima para poder comprender las bases no sólo de nuestra sociedad, sino las líneas maestras que la naturaleza, más allá de las teorías evolucionistas y naturalistas que han imperado en las consciencias de la sociedad llamada del progreso, ha desarrollado sobre la existencia.
La vida del príncipe Kropotkin siempre fue paradójica, pero ante todo, ilustre y comprometida. Hijo del príncipe ruso Alexei Petrovich Kropotkin, vivió su infancia en el seno de una familia aristocrática propietaria de grandes extensiones de tierras y más de mil siervos a su servicio. El príncipe Piotr Alekséyevich Kropotkin (Moscú, 1842 – Dmítrov, 1921) fue muchas cosas a lo largo de su vida, pero oficialmente se le conocía por sus excelentes trabajos como geógrafo y naturalista. Como pensador político ruso, es considerado uno de los principales teóricos del movimiento anarquista, dentro del cual fue uno de los fundadores de la escuela del anarcocomunismo, desarrollando con gran empeño su teoría del apoyo mutuo que aquí presentamos.
Su vida fue singular y plagada de experiencias hasta sus últimos días. Entrando en la adolescencia, el pequeño príncipe participó a partir de 1862 en la aventura que debería cambiarle la vida para siempre. Tras pasar por la más elitista y selecta academia militar, el Cuerpo de Pajes de San Petersburgo, sirvió al ejército ruso durante cinco años como comisionado en una expedición a Siberia.
Fue en dicha expedición donde se formó como explorador y geógrafo, aportando para las ciencias del momento gran cantidad de trabajos. Sin serlo específicamente, realizó una gran labor antropológica observando las costumbres y vida de los humanos que allí encontró. Mientras realizaba un trabajo sobre las deficiencias del sistema penitenciario y la burocracia estatal del que partía su organización, observó las primeras formas de cooperación entre los campesinos y cazadores del lugar al mismo tiempo que empezó a crecer en su interior un imparable rechazo hacia la estructura estatal.
Además del contacto real con lo mejor y lo peor del hombre, alejado de la corte y de su vida palaciega, tuvo contacto con las ideas del anarquismo de la época, quizás como expresión de indignación ante todo lo que allí estaba descubriendo. Se empezó a gestar en su mente e ideas la decepción hacia la disciplina de los Estados y la necesidad de construir una nueva sociedad que pudiera prescindir de los mismos. El pequeño príncipe se estaba transformando sin aún saberlo en un revolucionario.
Durante los años posteriores, especialmente entre 1864 y 1866 realizó expediciones científicas que le ayudaron a elaborar sus primeras ideas sobre el altruismo en las sociedades animales y la necesidad del apoyo mutuo en las mismas. A su vuelta a San Petersburgo en 1867 y debido a sus excelentes trabajos en Siberia, fue nombrado secretario de la sección de Geografía Física de la Sociedad Geográfica rusa. Gracias a ello empezó un periplo de viajes continuados a Finlandia y Suecia, dotando a la ciencia geográfica de grandes estudios e ideas que revolucionaron el panorama científico de la época.
Al poco de cumplir los treinta años y gracias a sus trabajos y descubrimientos, Kropotkin fue propuesto como presidente de la sección de Geografía Física, puesto que desechó por haber empezado a nacer dentro de sí nuevas aspiraciones e ideas. Su contacto directo con las penosas condiciones del campesinado de aquel tiempo, anclados en la miseria y la pobreza más absoluta, removieron por dentro al joven científico, el cual, al poco tiempo abandonó su labor académica para dedicarse de lleno al pensamiento y la actividad política. Gracias a la herencia de su padre, pudo dedicarse a viajar por toda Europa para conocer de primera mano todo lo relacionado al movimiento obrero y las ideas revolucionarias del momento.
A partir de ese instante, empieza para Kropotkin una vida apasionante como teórico, pensador, intelectual, escritor, científico y propagandista, entre exilios continuos que le llevarán a vivir por lugares como Escocia, Inglaterra, Suiza o Francia, siendo encarcelado en dos ocasiones por sus ideas y actividades políticas y fraguando para la historia del movimiento anarquista ideas inquietantes y revolucionarias.
El término de apoyo mutuo lo acuñó Kropotkin en 1902 recogiendo en un libro los artículos que había publicado originalmente entre 1890 y 1896 en la revista The Nineteenth Century. Si bien su propuesta original partía de una base científica en contestación al darwinismo social de la época y particularmente al ensayo del biólogo británico Thomas H. Huxley titulado “La lucha por la existencia”, con el tiempo se convirtió en la base de una importante idea política basada en la cooperación y el apoyo mutuo en las sociedades.
Influenciado por las ideas del profesor Kessler y su “ley de la ayuda mutua” en contraposición a la “ley de la lucha mutua”, defiende en sus análisis que la ayuda mutua es más beneficiosa para la comunidad que la lucha mutua y resulta más efectiva a la hora de hacer que los individuos trabajen y colaboren. A pesar de la insistencia de los darwinistas, Kropotkin, tal y como el mismo afirma, no encontró en sus investigaciones “aquella lucha cruel por los medios de subsistencia entre los animales pertenecientes a una misma especie”, contradiciendo con ello las tesis del propio Darwin, el cual la consideraba como el rasgo principal de la lucha por la vida. Para Kropotkin, el instinto de sociabilidad era superior a cualquier otro, siendo esta la base de su tesis y sus investigaciones científicas.
El propio Darwin, en su obra “Origen del hombre”, abrazaría estas mismas ideas sobre la cooperación y el apoyo mutuo, afirmando que “aquellas comunidades que encierran la mayor cantidad de miembros que simpatizan entre sí, florecerán mejor y dejarán mayor cantidad de descendientes”.
Esta última idea, la búsqueda de afinidad común entre miembros de una comunidad es la que aflora a la hora de construir las bases de los nuevos experimentos comunitarios de nuestra época que podrían servir como ejemplos actualizados de esa idea con base científica e ideal político. Basadas en la cooperación y el apoyo mutuo, estas ideas son acogidas con cierto furor por las Comunidades Utópicas, las cuales se esfuerzan en promover la colectivización de los medios de producción y el carácter de apoyo constante entre sus miembros como base filosófica de sus proyectos. Las bases ideales de Kropotkin tienen mucho en común con las adoptadas idealmente por muchas de estas neocomunidades, entre las cuales destacan la abolición de toda forma de gobierno favoreciendo con ello una sociedad regida exclusivamente por el apoyo mutuo y la cooperación. Estas mismas comunidades basan sus ideas en tres ejes principales:
a) La organización de la producción y el consumo en una sociedad libre.
b) El apoyo mutuo, la cooperación y la ayuda recíproca mediante la solidaridad grupal e individual.
c) Una concepción moral y ética basada en la libertad, la solidaridad y la justicia.
Kropotkin construye sus ideales gracias a las observaciones empíricas que a lo largo de sus continuos viajes lleva a cabo. El mismo se pregunta: “¿quiénes son más aptos, aquellos que constantemente luchan entre sí o, por lo contrario, aquellos que se apoyan entre sí?” A veces desde un punto estrictamente naturalista y en muchas ocasiones realizando trabajo de campo meramente etnográfico y antropológico, mantiene la idea de que la ayuda mutua es la base del progreso humano, siendo a su vez una ley natural y la principal condición del desarrollo colectivo. Este pensamiento está totalmente en desacuerdo con la idea de la ley del más fuerte como método de supervivencia natural, la cual regula como paradigma imperante en el capitalismo actual, dando máxima cobertura a la supervivencia del más apto.
Es por ello que los ejemplos que vemos en las comunidades utópicas intentan abandonar la esencia de la era materialista, entremezclando entre sus ideales tendencias que pretenden explorar nuevas ideas basadas en nuevos modelos sociales, nuevos valores y una cultura ética asociada al paradigma de la era postmoderna. Al menos en los aspectos básicos y prácticos de la convivencia comunal. Quizás un ejemplo a tener en cuenta para atajar el reto que se nos presenta ante la crisis actual.
Visto desde un espectro más amplio, los nuevos experimentos comunales pretenden abandonar las viejas ideas materialistas y abrazar los nuevos valores postmaterialistas, que dicho sea de paso, son argumentos que el propio Kropotkin ya vaticinaba en pleno siglo XIX. Es por eso que este libro cobra actualidad en nuestros días. Y es por eso que todos tenemos el deber de conocer y poner en práctica esa idea tan revolucionaria para nuestros días como es la cooperación, el apoyo mutuo y la búsqueda del bienestar propio y común.
Javier León Gómez
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