A propósito de «los autobuses ateos»
23-Enero-2009
Deben tener razón los ateos y sus autobuses. En realidad yo tampoco nunca Le vi. Me brotaron lágrimas con aquel atardecer, me hipnotizaron aquellos ojos, me cautivó aquella ternura…, pero a Él /Ella nunca Le/La vi. Quizás me empeñé en falso. De acuerdo, Dios no existe, ¿pero Quién se encarga entonces cada noche de encender el firmamento y sus estrellas innumerables o en cada día las sonrisas de los niños? ¿Quién mueve las gigantes olas de los océanos, la suave brisa de las orillas, las frágiles alas de los pájaros? ¿Quién carga en otoño la higuera, Quién alfombra el hayedo, Quién pone a pasear la fauna? ¿Quién ilumina mis mañanas, Quien colorea mis campos…? No deseo aburrir con interrogantes imposibles…
Quizás Dios no exista, pero me extasió la belleza, me envolvió el amor, me colmó el gozo…, y en alguna ventanilla quisiera rendir tributo. Todo tiene un alfa, una fuente y yo no he parado de disfrutar de inmensos dones. En gramática nos enseñaron a buscarle sujeto al verbo, la lógica nos invita a encontrar causa al efecto, la vida nos sugiere explorar origen de tanta maravilla.
Quizás Dios no exista, pero el autobús que me trae de Madrid rueda entre un blanco infinito y yo quisiera que este viaje nunca se acabara. Obras de arte moderno rondan fortunas y este Pintor de miles de blancos, de colores aún no imaginados, este Alfarero de todas las arcillas, este Diseñador de Pentiums aún no descubiertos, este Artista Anónimo que cuelga y expone en todo el universo…, es postergado al olvido.
Quizás Dios no exista y todo fue ficción y los ojos miopes que repasan estas líneas los inventó un óptico avispado y el cerebro que hila estas torpes ideas y reflexiones un neurólogo fuera de serie.
Quizás Dios no exista, pero en algún altar, en algún digno rincón tendremos que colocar nuestras más bellas flores, nuestras más perfumadas velas. Hacia Algo, hacia Alguien habremos de dirigir nuestras más sentidas oraciones por tanta gloria que cada día nos alcanza.
Quizás Dios no exista, pero de dónde surge esta urgencia de íntima comunión con Algo que nos colma y desborda, con Algo que nos llena de paz y nos eleva. Quizás Dios no exista, pero por qué estas rodillas se pliegan y estas manos se juntan en alabanza…
Quizás Dios no exista y es hora de divertirnos, tal como rezan los autobuses ateos de Londres, Barcelona y pronto de Madrid, pero es que yo cuando más me divierto es cuando acaba el divertimento del mundo y a solas, en privado me encuentro con Él/Ella, no me preguntes por Su Nombre.
Lo acepto, me rindo. No sabemos nada de Dios. En realidad yo tampoco me Lo tropecé por ningún lado. Quizás Dios no exista y tengan razón los ateos, pero, doy fe, sí hay una Voz que quiero que nunca calle, un Consuelo que deseo nunca me abandone cuando todo se desmorona…
Quizás tengan razón los ateos y Dios no exista. En realidad sólo existe aquello a lo que le damos fuerza con nuestro pensamiento. Tanta dicha y grandeza que nos rodean, pueden ser cúmulo de infinitas causalidades. Pero entonces siquiera pongámosle mayúsculas y flores a la Casualidad, rindamos ante ella nuestro fatal orgullo, abracémosla en desbordadas gracias.
Rodemos autobuses que niegan Su existencia. PongámosLe otro nombre, mejor aún no Le pongamos ningún nombre, pero manifestemos sentido agradecimiento en todo instante, en todo lugar por el milagro de la Vida, por Su Origen por Los que somos tan infinitamente bendecidos…
No importa que nos veamos como hijos de Dios, o hijos de la nada, sólo importa que en ese intenso disfrute al que nos invitan los famosos autobuses esté el otro y la otra, esté presente la humanidad y todo cuanto late…
Podemos incluso corrernos la gran juerga a la que nos invitan los ateos, pero lo importante es que en ese despertar de turbante resaca sintamos que estamos en el mundo para servir al mundo; lo importante es que en esa mañana de aguda jaqueca sintamos que podemos hacer algo por la vida fascinante, su armonía y su continuidad, por más que el puesto de Creador quede vacante en nuestras mentes.
Imaginemos por un momento que existe. Poco le importará a Dios lo que pintemos en los autobuses, poco Le importará lo que de Él/Ella pensemos; lo único que anhelará es que nos olvidemos un poco de nosotros mismos y sumemos nuestras manos, nuestra mente… a las Suyas y así seguir creando y recreando sin límite para Su infinita gloria, para la gloria de tod@s. No hay ateos y creyentes, hay quienes sirven a la vida, hay quienes la apagan.
Koldo Aldai
www.fundacionananta.org