ROSANA TORRES – Madrid
En 1970, el mundo del teatro español se convulsionó con la aparición de un actor y su espectáculo basado en Informe para una academia, de Franz Kafka. Era José Luis Gómez (Huelva, 1940), quien ahora vuelve con el mismo texto al Teatro de la Abadía, de Madrid, a partir del próximo jueves, día 30.
Aquel joven era excepcional desde el punto de vista escénico y biográfico. Había vivido en su Huelva natal y de 1960 a 1964 se formó en el Instituto de Arte Dramático de Westfalia en Bochum (Alemania Federal) y en la mítica escuela de Jacques Lecoq en París. De 1964 a 1970 recorrió como actor y mimo los principales teatros germanos y prestigiados festivales europeos… hablando en alemán.
Han pasado treinta y seis años y aquel mono (término con el que la profesión teatral conoce el montaje de Gómez de la obra de Kafka) aún hoy pertenece al imaginario colectivo del público de entonces. El que veía teatro comercial y el del teatro independiente. «Yo he sido el primer sorprendido del impacto que causó, el montaje sigue grabado como a fuego en la memoria de mucha gente, y lo hizo un muchacho que volvía a su país y quería decirle a sus padres que no había perdido el tiempo», dice.
Ahora, Gómez tiene 65 años y se ha convertido en uno de los grandes e incuestionables actores y directores del teatro europeo, que en la última década ha elegido dejar sus energías en el Teatro de la Abadía de Madrid, un proyecto convertido en centro de formación y exhibición de espectáculos.
Su nuevo Informe… tiene una estructura escénica distinta, tres nuevos textos de Kafka relacionados con Pedro el Rojo, el simio protagonista de la obra, y colaboraciones como la de Iñaki Gabilondo y Wolfger von Pöhlmann. Y lo más importante, un actor que ahora ya sabe lo que es la libertad.
«La única parcela de libertad que puede conseguir una persona que vive en sociedad es un desapego profundo hacia las cosas materiales, emocionales…, y lo digo incluso en el sentido cristiano y budista de la palabra; la única libertad es la del desapego», sostiene Gómez, que hace años anda a vueltas con teorías tibetanas, budistas, taoístas o cristianas: «Tienen que ver con el trabajo interior y con la concentración, algo muy relacionado con el trabajo de un actor».
También confiesa que los grandes temas que reconoció en 1970 en el Informe, como libertad y opciones en la vida, eran conceptos abstractos: «Ahora son cosas vividas», apunta Gómez, que no dudó en retomar su mono cuando supo que la hermana de Kafka dijo que Informe… era una metáfora sobre el precio que un judío tenía que pagar para ser asimilado, «lo que comporta una pérdida del origen», añade el actor.
El protagonista de la obra es un simio que tras ser capturado se encuentra en la disyuntiva de elegir ir a un zoo o dedicarse al teatro de variedades. Opta por lo segundo y cinco años después cuenta ante ilustres académicos a qué ha renunciado para convertirse en hombre. «También es una reflexión sobre el oficio del teatro y sobre algo que afecta a quienes sufren procesos de asimilación, siempre dolorosos, como los emigrantes, como casi todos», dice de este relato llevado a escena en muchas ocasiones, «pero la gran metáfora de la obra, que trasciende la vivencia íntima, es que Kafka muestra la opción elegida como descorazonadora y yo no lo vivo así, incluso al contrario de lo que dice Sartre, yo creo que el paraíso está en los otros o con los otros», apunta.
Hoy ya no tiene nada que ver con aquel joven un poco airado, hiperenergético y que también pagó un alto precio: «Ahora no sé si soy un mono viejo, pero en los últimos años he llegado a un altísimo grado de contentamiento…, con el entorno», concluye.