Con mucha frecuencia recuerdo las escenas finales de “El árbol de la vida”, cuando la madre protagonista, en su largo y bellísimo diálogo con Dios, le dice al final: “te entrego a mi hijo”.
Esa voz en off da paso a la escena final, llena de fuerza y significado, en la que todos se reencuentran y abrazan, en armonía y en paz. En unidad y en fraternidad.
Ayer en el funeral de Belén en la solemne catedral de Alcalá de Henares, el sacerdote oficiante de la bella ceremonia, obispo de la diócesis, hizo referencia a estas palabras pronunciadas la víspera por la madre de Belén: “te entrego a mi hija”.
En esa entrega se resume el dolor humano, pero también la esperanza.
Porque la entereza de la familia y la fuerza de la celebración, realmente profunda y cristiana, bellamente oficiada, convirtió ese acto triste en un acto de esperanza. Y por eso el obispo se refirió al sol que brillaba fuera.
Yo no conocía a Belén pero estuve allí por solidaridad con su hermano y su familia. Mi pensamiento se extendió también a las otras niñas de esta tragedia y a todos los que sufren porque cada día en el mundo ocurren cientos de miles de desgarros que nuestra mente limitada no puede comprender.
Estos desgarros, este sufrimiento, son quizás la antesala de lo que bellamente anticipa el mantram de Unificación: “que el dolor traiga la debida recompensa de luz y de amor”. Algún día seremos testigos de esa recompensa.
Entretanto, me quedo con las palabras del sacerdote y con el canto del salmo «El Señor es mi pastor, nada me falta. Me hace reposar en verdes pastos. Me dirige hacia aguas tranquilas…». Hoy hacemos referencia al salmo en el pensamiento simiente.
La vida nos da, la vida nos quita. Y cuando nos quita el único consuelo es la verdad más profunda: percibir la inmortalidad del alma, y la comunión y fusión con el alma suprema.
El obispo llegó a decir “hasta me das envidia”, en referencia al encuentro de Belén con el Divino. Le comprendí perfectamente.
“Te entrego a mi hija”, escuchamos ayer. Y en esa frase hay también una invitación para que cada uno de nosotros entreguemos lo mejor nuestro.
El Divino nos habla de muchas maneras. Ayer lo hizo a través de Belén.
Joaquín Tamames, 6 noviembre 2012