Querido Magos,

Tenemos sed de justicia, hambre de amor, necesidad de paz, anhelo de humor.

Pero en verdad, no deseamos nada para nosotros. Todo para ellos. Y cuando estén saciados, si sobra algo, deslizaremos nuestras manos francas para que posen en ella cualquier resquicio de amistad, de ilusión, de alegría.

Nuestra espada ya es corta. Pero entregamos nuestra lanza de luz y sus agudas flechas para que lleguen hasta ignotas lejanías. Porque de todos es sabido que cada batalla tiene su propia armadura y sus útiles armas, pero en esta, en la que estamos embarcados como raza, solo la responsabilidad ante las posesiones del espíritu podrá hacernos dignos sin vacilación alguna.

Queridos magos… Ya no queremos más cosas. Sólo alegría, paz duradera, amor sentido, esas centrífugas experiencias que han de colmar nuestras vidas antes de apartarnos al círculo eterno. ¿Simplificar o complicar? Hasta un niño sabría qué elegir, por eso hoy, como niños, solo pedimos que simplifiquéis nuestras vidas, que las hagáis plenas de logros y conquistas, pero no para nosotros mismos, sino para dar gloria a los otros, para que nuestro estado triunfante sea repartido en bien de los demás.

Queridos magos, os deseo el mejor de los viajes de Oriente a Occidente, del Mediodía al Septentrión, y cuando reparéis en cada casa, en cada hogar, en cada ser que demanda, no olvidéis satisfacer sus ansias con hilos de felicidad…

Os invoco, queridos magos, para que la magia continúe…