Buenos días, queridos amigos. En realidad, mi intervención podría limitarse a una sola palabra: “medita”. Pero como me han pedido los organizadores que diera mi punto de vista sobre ese cambio interior que puede conducir a la paz interna, voy a decir algo más que “medita”, aunque hay poco más que decir. El mejor consejo que a mí me dieron nunca es “medita”. Si reflexionamos un poco, queridos amigos, nos damos cuenta de algo que es evidente:

Lo que no ha funcionado a lo largo de miles de años, ¿por qué pensamos que tiene ahora que funcionar? Todo está dicho pero nada está hecho. Si el ser humano de hace trescientos mil años viniera, se quedaría espantado al ver cuánto hemos avanzado tecnológicamente y qué poco mental, emocional, espiritualmente.

Algo pues está fallando, ¿y qué es lo que falla?, que seguimos utilizando los mismos esquemas, los mismos conceptos, las mismas palabras, para tratar de modificar el mundo, y sin embargo no modificamos nuestra mente. Lo que decía Jesús: ciegos conduciendo a otros ciegos y al final todos se despeñan.

Era una vez un niño que se reúne con su padre y le dice: “papá, ¿qué quieres que sea de mayor?, y el papá dice: “que seas un hombre de conocimiento”. Y él dice: “no, papá, no estoy de acuerdo, no quiero ser un hombre de conocimiento, quiero ser un hombre de sabiduría”.

El conocimiento no transforma. Las palabras, por mucho que las digamos personas honestas o bienintencionadas, no transforman. El saber libresco no transforma; millones de años de guerra de hostilidad y no nos hemos transformado, seguimos siendo como animales, y no seres humanos.

¿Qué es lo que transforma? La sabiduría. ¿Tú me puedes dar tu sabiduría o yo te puedo dar la mía? No. Tú me puedes pasar información, datos, conceptos; yo te puedo pasar los míos y ahí queda todo. Seguimos empantanados en un amasijo, en un revoltijo de ideas, de opiniones y de conceptos.

Yo no te puedo dar mi sabiduría ni tú me puedes dar la tuya porque la sabiduría es algo intransferible, es algo que está dentro de nosotros y que tenemos que conquistar mediante unos métodos, unas enseñanzas, un trabajo interior, para que esa energía preciosa de claridad, de cordura, de paz, eclosione dentro de nosotros.

Contigo o conmigo, más paz. Pero si en tu mente hay guerra y en la mía hay guerra, contigo y conmigo, más guerra. Si en tu mente hay ofuscación, y hay avidez y hay odio, y en la mía también, pues con tus mentes y con las mías, más ofuscación, más codicia, más odio.

Lo que urge pues es cambiar la mente. Por eso, medita. Es el mejor consejo que a mí me dieron hace muchos años en la India y que yo trato de llevar hasta aquí. Si no hacemos la paz dentro de nosotros, ¿cómo la vamos a compartir y cómo vamos a ser más paz y a sumar más paz…? Si me levanto esta mañana y discuto con la persona que tengo en casa, y con mis vecinos y con mi portero; si estoy de mal humor, si discuto conmigo mismo, si me dejo llevar, o gobernar, o acarrear por la confusión mental, la avidez, el odio, ¿cómo puedo propagar paz?, ¿cómo puedo sumar paz?

Insisto: si algo urge es cambiar la mente, cambiar todas las tendencias que acarreamos nocivas de nuestra mente y potenciar todas las gemas preciosas que también están en nuestra mente aunque sea en simiente, y que podemos actualizar.

Hay cuatro estados preciosos de la mente, tan preciosos que Buda los llamó los cuatro estados sublimes, las santas moradas o estados celestiales.  Son el amor incondicional, la generosidad, la alegría compartida -que es el antídoto de la envidia-, y la ecuanimidad, el equilibrio de la mente.

Si nos lo proponemos, todos podemos trabajar para desarrollar, potenciar actualizar y desplegar estos cuatro estados sublimes de la mente y, entonces sí, compartirlos con los demás. No nos damos cuenta de que el mundo es la mente, de que todo surge en la mente, de que la mente es la precursora de todos los estados, de que la sociedad es simplemente una suma de mentes. Si en nuestra mente sigue habiendo un lado oscuro siniestro, eso es lo que generaremos; si cada uno transforma la mente, esto es lo que comunicaremos y regalaremos a los demás.

¿Qué es la meditación? Decía Ramana Maharsi que es la mejor contribución que podemos hacer a los seres humanos. Como la vela que, al encenderse, no sólo se da luz a sí misma, sino que también la desparrama a los demás, la meditación es el arte de parar, de ser, de que para que pueda haber un encuentro fecundo con los demás, tiene que haber un encuentro primero fértil con uno mismo. La meditación es despojarnos de lo que no somos para realmente ser. La meditación es ocuparse de uno mismo para poder ocuparse después de los demás.

Hay una hermosa historia, una de estas historias espirituales de éstas que he ido recogiendo en cerca de un centenar de viajes a la India. Esta historia es muy significativa. He aquí que la oscuridad estaba perdiendo terreno y deciden poner un pleito a la luz. Y llega el día del juicio. Todos están en la sala menos la oscuridad. Pasan unos minutos, entonces el juez falla a favor de la luz. ¿Qué había sucedido? Por qué la oscuridad no se había presentado en la sala del juicio? Simplemente porque cuando no hay luz hay oscuridad. Pero si la luz está presente, no puede haber oscuridad; la oscuridad estaba esperando fuera de la sala del juicio.

Cuando hay los cuatro estados sublimes amor, generosidad, alegría y ecuanimidad,  no puede haber ofuscación, avidez ni odio. El trabajo interior consiste en mejorar lo que de mejor haya en nosotros mismos.

Y el trabajo interior es un trabajo para ir poco a poco logrando una alquimia interna a través del esfuerzo, de la atención, de la constancia… para pasar a ser como animales a verdaderos seres humanos… ¿Os habéis preguntado alguna vez lo difícil que es haber nacido como ser humano y tener la capacidad de desarrollar la consciencia y el amor?

Los tibetanos ponen un ejemplo: imaginaos por un momento en los vastos océanos una argolla; imaginaos por un momento que hay una tortuga que sólo saca la cabeza una vez cada un millón de años, e imaginaos que en el momento que saca la cabeza, la mete directamente en la argolla. Más difícil que eso es haber encontrado una forma humana. Y tenemos que dignificarla creciendo interiormente y poniendo los medios para el crecimiento, el desarrollo y la paz de los demás.

Y acabaré simplemente con una frase de Buda porque, efectivamente, todos somos Buda, naturaleza iluminada. Y la frase es: “Hay una ley eterna, y es que nunca el odio puede ser vencido por el odio; el odio sólo puede ser vencido por el amor”. Muchas gracias.

(Ponencia en II Contigo somos + paz, Círculo Bellas Artes de Madrid, 18 noviembre 2007)