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Ayer a última hora recibimos un correo a propósito de la película “El árbol de la vida” y rápidamente la subimos a la web, en comunión con el texto.

Hablaba nuestro amigo de lo sagrado, de lo no manifestado y, más allá, de la presencia divina en todo.

El camino de la gracia supone ir al encuentro con todo lo sagrado y solemne de la vida, estar en comunión con la vida que se renueva a cada instante, potente, luminosa.

Para ir a su encuentro es preciso aligerar la mochila y quitar el peso del pasado que nos hace una y otra vez volver al agravio y recrear el agravio.

El encuentro con la gracia es por ello un encuentro con la aceptación, y aceptar significa ir hacia el Ser, y alejarse de la personalidad.

El Ser se eleva, y ahí atrás permanece la personalidad, en sus quejas, en sus querellas, en su nimiedad.

Mejor estar con el Ser.

Benditos los que ven la presencia divina en todo. Benditos los que buscan la gracia. Ese era el pensamiento ayer noche. Ese es el pensamiento hoy.

Por fin ayer por la noche me fui a verla. Creo que solo alguien con una conciencia espiritual muy elevada y con un profundo sentido de trascendencia y sensibilidad puede ser capaz de realizar una obra tan absolutamente bella y conmovedora. Todavía hoy estoy embriagado por el poder de sus imágenes, por plasmar de forma tan magistral lo sagrado, lo no manifestado, el todo ininterrumpido en fluido movimiento, lo no condicionado, la naturaleza primordial, la presencia divina en todo. Lloré en la película y aplaudí al final. De alguna manera ha acelerado mi necesidad de lograr la paz interior por el camino de la gracia. La veré una segunda vez.

Imagen: escena de «El árbol de la vida», de Terrence Malick