La agitación y la impaciencia que tan a menudo se apoderan de nosotros, no pertenecen a nuestra condición más elevada, a nuestra naturaleza superior, al real Ser que nos habita, pues Éste permanece  siempre en lo que Vicente Beltrán Anglada denomina “la serena expectación”. Nos permitimos con el permiso del maestro, de forma libre, recrearnos en esta importante idea. Adecuadamente entendida puede resultar liberadora. Si hacemos sonar nuestra nota en el concierto grupal, si cumplimos con nuestra misión en el marco de un Plan colectivo, si nos aplicamos en servir en base a los dones y facultades que nos han sido entregadas…, sólo nos puede embargar una sensación de serenidad y de expectación.

La “serena expectación” representa la profunda interiorización de la conciencia de eternidad, de la relatividad del instante. No hay avidez cuando cumplimos con nuestra parte, cuando realizamos nuestra siembra en el marco de la gran siembra. Todo fluye, todo avanza y progresa cuando cada quien afronta su propia y particular misión dentro de la misión colectiva. Las cuentas, los  resultados los llevan Arriba.  No quiere decir que no nos interesen, simplemente reconocemos nuestras limitaciones para  alcanzar a leer los grandes números, para tomar conciencia precisa del progreso de un Plan, cuya magnitud nos supera.

“Serena  expectación” representaría el “a cada día su afán” del lenguaje coloquial. El Cielo, la Jerarquía, nunca nos pedirá más de lo que pueda estar en nuestras manos. Otra cuestión es que cese el amparo si no damos la talla, si no termina de sonar nuestra nota esperada.  La “serena expectación” posibilita por lo tanto aligerarnos de fardos que no nos pertenecen, que no nos corresponde acarrear. Aquello que nosotros no alcanzamos a realizar, aquello que nos  desborda…, lo harán Otros. Trabajamos unidos Arriba y abajo. El Plan avanza por más que los medios de comunicación se empeñen, día tras día, en demostrarnos lo contrario. Ello nos invita a abrigar ese sentimiento positivo, apaciguador, sabedores de la grandeza de lo que nos aguarda, a nada que trabajamos, tanto interna como externamente, para meritarlo…

“Serena  expectación” es dejarnos caer en los brazos del Padre. Abandonarnos por entero a Su voluntad. La frustración queda desarmada y gana sin embargo la  satisfacción del trabajo realizado, de la tarea particular que nos  corresponde dentro de la Gran Obra.  Este sentimiento está por lo tanto estrechamente ligado a la conciencia del Trabajo Uno con el que se espera nos comprometamos. Ni la siembra, ni la cosecha es individual. La evolución humana es progreso de esa conciencia grupal. Participamos de una siembra cuya magnitud desconocemos y por eso mismo, permanecemos expectantes a los logros que nos depara esa sinergia colectiva.

La “serena expectación” nos  vacuna contra  la acedia espiritual, también contra el orgullo de esa misma naturaleza mística, desde el momento en que tomamos conciencia de nuestra parte dentro de un todo, de nuestro cometido relativo dentro de un Afán colectivo. Con la “serena expectación” no nos alcanza la tristeza por  aquello que, por nuestras inherentes limitaciones, no podemos culminar. Representa el fin de nuestras aflicciones y angustias por los “triunfos” no coronados. Victorias y triunfos van adquiriendo su verdadero y siempre desconocido relieve. Sólo puntúa al fin y al cabo el progreso en nuestra conciencia grupal, en nuestra capacidad de amar. Si  sembramos, si trabajamos con el Padre, únicamente recogeremos alegrías, sonrisas y frutos. Estaremos siempre  expectantes a cada nueva recolecta, a cada nueva primavera.

La palabra “optimismo”, por muy  cargada que esté de buena intención, encierra cierta duda, contempla la posibilidad de que algo no ocurra de la forma esperada. Sin embargo las dudas van desapareciendo poco a poco, gracias a Dios, de nuestros  cielos. No albergamos  duda del progreso evolutivo del Plan Divino, de la conspiración superior de luz y de amor. Otra cosa son los tiempos. Los tiempos de Arriba no son como los de aquí abajo. Otra cuestión es cuándo se nos concederá en heredad la recompensa de la gloria, pero ese dato no nos  concierne. A nosotros nos concierne nuestro diario afán de servicio y entrega con la mejor de las voluntades, de la forma más discreta, genuina y sincera  posible.

Estamos  expectantes, pues es  grande la Aurora. Estamos  serenos porque no estamos, nunca  hemos estado, solos. Es un gozo trabajar unidos, es un gozo sentarnos al atardecer del día y de la vida y ver florecer la cosecha colectiva…

Pintura: Dora Gil
Texto : Koldo Aldai