En este mundo de espesas nieblas y comunicación transoceánica a golpe de bit, voy perdiendo noción de la geografía. Mi propia vida trashumante no contribuye a ubicarme debidamente. Ora en medio del asfalto inmenso, ora en medio del silencio también enorme de prados y campos. No consigo guardar el sentido de la orientación.
Confieso que me gusta cabalgar entre la urbe y el campo, entre el asfalto y el verde, entre la polis saturada y mi aldea calma. La ciudad me proporciona justa adrenalina, necesario palpitar, inquietudes grupales, conspiración por un mundo nuevo… Mi valle me regala no menos indispensable recogimiento, paz, inspiración, naturaleza…
Quietud y acción requieren dosis no siempre cuantificables. Personalmente necesito ambas fuerzas centrípeta y centrífuga bullendo en mi interior. Amo el campo abierto no más que los empujones en el metro, obligada cercanía que nos invita a sentirnos un poco más unidos. Amo esa alternancia de árboles y semáforos, de sosiego y ebullición, de retiro y compartir, de silencio y conversación… Cuando el silencio pesa, al final de los mil y un paseos solitarios, subo al “Continental” en Logroño. Aprecio una mesa donde poder reunirme con los compañeros de Ananta, compartir visiones y pujar por lo nuevo. Cuando el ruido satura la cabeza, vuelvo sobre mis pasos, a la vera de una estufa silente y una gran ventana al verde. El perro de la vecina mueve siempre la cola al desembarcar.
Tenían que llegar esas maravillosas pantallas planas a nuestros hogares para acabar con la dicotomía de lo propio y lo lejano. Ahora podemos dar la razón a los maestros espirituales que siempre han proclamado la interconexión de todo lo creado.
Reparemos, mas no nos enjaulemos en lo local. No olvidemos que somos punto en la autopista infinita, jornada en el camino sin fin, pestañeo en la eternidad…Estamos aquí y allí, somos de diferentes partes, de diferentes tiempos a un mismo tiempo; somos del ayer, del ahora y del mañana en este mismo momento. Por algún euro añadido el ADSL del futuro conectará universos y galaxias. Sólo Dios sabe las maravillas que pronto desfilarán por nuestras pantallas. Pensar local y actuar global que decían los ecologistas en los ochenta, y el espíritu , ¿por qué no ?, allí arriba entre las estrellas.
Koldo Aldai
Fundación Ananta